Metaverso: Identidad incorporada e incorpórea
Más allá de lo que hagan las corporaciones con el metaverso allí nos encontramos. Cada uno está comunicándose virtualmente con otros desde su identidad. No hay cuerpos reales, pero hay una esencia permanente a pesar de los cambios de los espacios de acción
Yo soy en el mundo real y físico y en el virtual y digital. ¿Qué soy? Alguien con una historia, un contexto, una familia, vínculos y relaciones con otros, una biología, una mente, el documento de identidad, un mail con usuario y contraseña, un teléfono inteligente, un numero de afiliado a mi obra social médica, una altura y un peso, una personalidad…
Soy un sistema psicofísico-espiritual con ‘cosas’ embebidas en todos los niveles de mi existencia y en todas las dimensiones de interacción. Ya no soy lo que era y, sin embargo, sigo siendo yo hoy sin saber si seré mañana el mismo en la realidad física y digital.
Todas las vidas son una síntesis de cambio y permanencia para regocijo de Heráclito y Parménides. Somos una intersección de espacio y tiempo en el presente de una dimensión que llamamos realidad o universo y también en el metaveso. ¿Existe solo una dimensión o hay múltiples dimensiones de realidades llamadas multiversos? No tenemos certezas.
Como a cada persona que ha pisado esta tierra me persiguen las preguntas existenciales de “¿Quién soy? ¿Qué soy?” Inquietudes que tarde o temprano tienen que ser encaradas, y aunque la respuesta se aletargue, la pregunta es preguntada a pesar nuestro.
Ahora se agrega esa misma pregunta, pero en una nueva dimensión: la realidad digital o virtual. ¿Allí quién soy o qué soy? ¿soy el mismo? ¿soy lo mismo? La materia prima (nous) es la misma, pero el proceso, los medios y el resultado son distintos.
La arena del tiempo de la existencia se convierte en el vidrio que es el nous. Esa alma de la que habla Vitalik Buterin es dura, frágil, transparente y amorfa como el vidrio. Pero a diferencia de éste el alma es orgánica, porque es lo que da vida a la vida en cualquier realidad en la que se encuentre.
En el metaverso esa alma dura persiste a pesar del cambio de realidades porque se opone como un material a las alteraciones ‘físicas’ como la penetración, la abrasión y el rayado. Al mismo tiempo y como una paradoja esa alma permanecer frágil porque tiene la capacidad de quebrarse debido a la escasa o nula capacidad de deformación permanente. Ese espíritu que somos deja pasar fácilmente la luz a través suyo, en la dimensión que sea.
Nuestra identidad incorpórea en el metaverso es la misma alma del mundo real o físico, pero expandida, modificada, alterada y permanente. ¡Una paradoja singular!