¿Cuál es tu puntaje hoy?
Si tu vida laboral fuera como la nota postpartido de un jugador de futbol y tuvieras que calificar tu desempeño laboral en este día. ¿Para cuántos puntos crees que jugaste? ¿2, 4, 7, 9 o quizás 10? ¿Quién define tu desempeño? ¿Cómo defines tu éxito?
¿Entrenaste lo suficiente para la jornada de hoy? ¿Dormiste bien? ¿Te levantaste quejándote porque no te alcanza lo que ganas o lo que te pagan por lo que haces? ¿Preferirías trabajar cada día en estadios repletos, frente a decenas de cámaras y la mirada escudriñadora de la opinión del público? ¿Qué pasaría si tu laboriosidad estuviera permanentemente bajo examen popular? ¿Estarías cómodo en esa especie de Gran Hermano televisivo?
Imagina si durante 90 o 180 minutos a la semana los reflectores iluminaran todo lo que haces, mientras desfilas como una ‘botella taylorista’ en una línea de montaje como una ventana abierta al mundo. Piensa que eres un producto industrial transmitido globalmente cada vez que imprimes unas hojas en la impresora, o que cada reunión de equipo tiene millones de telespectadores que analizan todo lo que dices mientras hurgas con tu dedo en tu nariz.
Tu posiblemente no naciste en la pobreza material, no buscaste comida en un basurero de niño ni eres hijo de un padre abandónico y cruel. Tu eres ahora un empleado, dueño o emprendedor porque tuviste oportunidades. Pero a partir de ahora eres esclavo de las pasiones populares que se adueñaron de tu privacidad. Eres hijo de los apetitos, las avideces y las tentaciones alcanzables. Eres millonario. Eres un frágil humano convertido en héroe, ídolo, ejemplo y estrella en el firmamento humano.
Eres un engranaje de la máquina económica en la que vales de acuerdo con la oferta y demanda, y el precio de equilibrio. Cada error que cometas como Andrés Escobar podría ser fatal. Un acierto lleno de pompa te haría dichoso. Eres material de meme. En un instante puedes convertirte en un bucle de burla eterno, un infierno virtual.
¿Amas el trabajo al que estás jugando hoy? ¿o acaso solo ambicionas el dinero a cambio de tu esfuerzo? ¿quizás amas lo que haces y ambicionas por igual el dinero? ¿Eres mejor que un futbolista egotista, joven y millonario? ¿Quién se esfuerza más, él o tú? Tal vez ninguno, quizás los dos.
Cuando ganas, triunfa lo que representas y cuando pierdes lo haces individualmente, tu persona. La multitud tiene el derecho de reclamarte como patrones a sus esclavos. Tu sirves a ellos. ¿Acaso te importa la opinión de los demás?
Los futbolistas tuvieron un sueño y fueron a buscarlo. Lo alcanzaron lentamente poniendo el corazón en lo cotidiano y sabiendo renunciar, con pequeños comienzos alcanzaron grandes finales. Sus sueños se hicieron realidad. Amando lo que hacen (¡únicamente así!) son libres y su tiempo es un regalo: pocas cosas bien hechas. Eso es el futbol. Y tuvieron pequeñas alegrías cada día, esas que son santas. Día a día, piedra a piedra construyeron el secreto mansamente. Algunos aman al futbol más que al dinero. Aman al juego más que al resultado. Disfrutan más jugar que ganar. Muchos viven en ese ‘Bielsismo’ puro y original. Esos que transformaron el proceso vital en el primitivo goce del empeño.